Entre las grandes transformaciones
que ha traído consigo la emergencia sanitaria de COVID-19 en nuestra forma de
entender el mundo, se incluyen también cambios que habrán de ocurrir en el ámbito
de la movilidad en las ciudades. Tras el confinamiento de la población en sus
hogares, que se ha extendido a lo largo de varias semanas, para mantener el distanciamiento
social y evitar la propagación del virus, al momento de reactivar las
actividades se ha visto la necesidad de reconfigurar la forma en que las
personas se transportan para disminuir la generación de aglomeraciones.

Así, numerosas ciudades
alrededor del mundo han proyectado planes para promover el uso de este vehículo
como medio de transporte seguro ante la pandemia, pues al ser individual,
permite mantener la distancia entre personas; además de ser resiliente y
amigable con el medio ambiente.
Ejemplo de esto son
ciudades como Berlín, en donde algunos distritos han ampliado carriles
existentes y creado nuevos para priorizar el ciclismo. En Milán, se transformaron
35 kilómetros de espacio urbano para destinarlo a peatones y ciclistas;
mientras que en Nueva York se proyectó una reordenación urbanística que destinaría
120 km de calles al mismo propósito. En Ecuador,
por otro lado, se propuso el “Plan de Cicliovías Emergentes frente al COVID-19”,
que planteó la construcción de 62.7 km de ciclovías en toda la ciudad. En Perú,
se implementaron carriles exclusivos para bicicletas con el objetivo de
descongestionar el transporte masivo, además de que se presentó el programa “Bicicleta
popular” que pretende que más personas puedan adquirir y utilizar este
transporte.

Para ello se puso en
marcha el proyecto de “Ciclovías emergentes” que forma parte del Plan de
Movilidad Ciclista 2020 y pretende ampliar la infraestructura ciclista a partir
de la creación de un carril confinado de 54 km, contiguo a las líneas 1 y 2 del
Metrobús.
Fotografías: ArchDaily
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