miércoles, 15 de julio de 2020

¿UNA CIUDAD RESILIENTE?

Redacción Repentina


En tanto que está previsto que para el año 2050 el 70% de la población mundial viva en ciudades, se ha vuelto una necesidad apremiante, tanto para gobiernos locales como ciudadanos, generar herramientas que permitan a los centros urbanos afrontar nuevos desafíos esperados o inesperados.
De este modo, en años recientes, los conceptos de resiliencia y ciudades resilientes han estado cada vez más presentes dentro de los ámbitos político y académico. De acuerdo con ONU-Hábitat una ciudad resiliente es aquella que posee la habilidad “de mantener continuidad después de impactos o catástrofes y que contribuye positivamente a la adaptación y la transformación”. Sin embargo el concepto de resiliencia no ha sido bien definido en el terreno del urbanismo debido a que existen dos vertientes de éste. 


Por un lado, desde la ciencia de materiales, la resiliencia se aplica a un objeto, el cual después de recibir cierta “presión”, reacciona y es capaz de volver  su forma y resistencia originales. Por otro lado, para el campo de la ecología, un ecosistema resiliente es aquel que luego de experimentar algún evento adverso, puede conservar una diversidad de especies que le dé la posibilidad de sobrevivir a una situación de “presión” futura.

La diferencia entre ambas vertientes radica en que, en el caso de la ecología, la resiliencia se mide en qué tanto puede evolucionar un sistema y adaptarse a las nuevas condiciones que conlleva la situación de “presión”, mientras que para la ciencia de materiales, la resiliencia de los objetos está dada por sus creadores y depende de su capacidad de volver a su estado original luego de recibir la “presión”.

En el caso del urbanismo, la definición de resiliencia involucra a ambas vertientes. Por ejemplo, cuando una fuerza de la naturaleza como una tormenta afecta a la ciudad, la infraestructura vial, eléctrica, construcciones y otros servicios se ven dañados o incluso pueden colapsar; puede haber pérdidas humanas. No obstante se espera que cuando la tormenta pase, la ciudad vuelva a su estado anterior a la catástrofe, si no lo hace, entonces se entiende que no fue “resiliente”. Esto hace alusión a la acepción científica de resiliencia.

En otro caso, cuando una urbe enfrenta una crisis económica profunda, algunas partes del tejido socioeconómico colapsan o incluso desaparecen, pero otras logran sobrevivir y multiplicarse. Así, el estado de la ciudad luego de la crisis, no necesariamente será el mismo que antes de ella; es decir, si la ciudad es resiliente se reestructura, pero puede mantener algo de su diversidad socioeconómica. Esto hace alusión a la acepción ecológica de resiliencia.

En conclusión, la ciudad es tanto el objeto físico como el ecosistema. El desafío para los urbanistas y aquellos interesados en impulsar la resiliencia de las ciudades, es equilibrar ambos ámbitos: la infraestructura, las instituciones, los sistemas de energía, entra muchos otros, pertenecen a la definición científica de resiliencia; mientras que los aspectos, socioeconómico, político y cultural, atañen a la definición ecológica.

Fotografías: ArchDaily y ONU-Hábitat

No hay comentarios:

Publicar un comentario