viernes, 27 de octubre de 2017

MEDICINA PARA EL ALMA. EL ARTE EN EL CENTRO MÉDICO NACIONAL

Redacción Repentina

La exposición, Medicina para el alma. Integración plástica en el Centro Médico Nacional, organizada por el Archivo de Arquitecto Mexicanos y gracias al Fondo Enrique Yáñez, representa un documento valioso; una recopilación del trabajo hecho por este arquitecto, registro de una etapa muy importante de su vida y obra.

El artista plástico José Chávez Morado se refiere al concepto de integración plástica como “la identificación de la forma y contenido, un proceso social en el que el contenido más auténtico de la época se manifiesta en todas las artesanías y, consecuentemente, en las plásticas, creando por medio de ellas una forma estética común a todas las técnicas”.

El arquitecto Enrique Yáñez recibió el proyecto de la construcción del Centro Médico Nacional, en el que anteriormente trabajó el arquitecto Enrique de la Mora. A mediados de los años cincuenta, Yáñez presentó su plan arquitectónico para el conjunto y, además, un plan de decoración artística. Para el levantamiento del proyecto además de ser útil el edificio, precisaba ser bello y cumplir así la necesidad espiritual de quienes acompañan al enfermo. Es por ello que Enrique Yáñez otorgó gran importancia a la intervención plástica, lo que es patente en los edificios donde no sólo se observa la alusión a la contribución científica a la sociedad, sino también, el efecto que el arte produce en los usuarios cuando interactúan con el espacio artístico espiritual.

Las obras para la intervención plástica del Centro Médico Nacional, de acuerdo con Enrique Yáñez, se orientaron por la corriente realista de la tradición plástica mexicana. En esta integración plástica hay ocho puntos principales: la policromía armónica (dualidad de colores que permiten integrar todos los edificios independientemente de su tamaño, altura o ubicación); elementos ornamentales arquitectónicos (celosias y mayólica); esculturas en alto y bajo relieve; decoración pictórica mural interior y exterior; monumentos escultóricos; jardines; iluminación y luminotecnia; y la integración de otros elementos formales
Es doloroso entrar a un hospital, pero es más doloroso para quien acompaña al enfermo. En consecuencia, el arquitecto Yáñez proyectó que debían decorarse muros y plafones de las salas de espera por ser sitios donde el arte puede coadyuvar más eficazmente a la obra de prevención por fuerza de su belleza y mensaje. El artista trabaja conjuntamente con el arquitecto.

En el cuerpo de aulas del edificio médico quirúrgicas están presentes diez temas en que radica el clímax de la exposición que se ubica en el vestíbulo de la FA y es el centro perfecto de la integración plástica: (1) el paraíso perdido y el temor del hombre a la naturaleza; (2) los sacrificios de las civilizaciones prehispánicas a los dioses en búsqueda de la salud; (3) la ciencia y la hechicería; (4) el comienzo de la atención hospitalaria y la asistencia pública; (5) la alegoría al trabajo; (6) el estado mexicano y la seguridad social; (7 y 8) la medicina contemporánea; (9) la medicina preventiva; (10) alegoría del progreso humano y el futuro médico. 




viernes, 20 de octubre de 2017

LOS ESTRAGOS DE LOS TERREMOTOS

Redacción Repentina

El terremoto ocurrido el 19 de septiembre de 1985 sacudió la realidad mexicana desde sus profundidades y obligó a la población a reconstruir la memoria de la ciudad a partir de la marca que dejó la catástrofe. En la Ciudad de México se desplomaron miles de edificaciones a causa del sismo y sus réplicas. Edificios icónicos como El Centro Médico Nacional Siglo XXI en Av. Cuauhtémoc, La Torre Insignia en Tlatelolco; el Hotel Regis en Av. Juárez, lugar donde ahora se encuentra la Plaza de la Solidaridad en conmemoración a las víctimas de aquel terremoto, son algunos de los que sufrieron los estragos del movimiento telúrico esa mañana de septiembre de 1985.

El pueblo pobre, pero rico en solidaridad, vio caer construcciones que formaban parte de su identidad. El Hotel Regis, por ejemplo, era sitio donde tomaban cita políticos, artistas, y estrellas internacionales. Emblema de glamour, fama, poder y fortuna; sin embargo, la estructura ahora forma parte de la memoria histórica de los ciudadanos que la vivieron antes de su descenso. Esta resignificación de los espacios que sufrió nuestra ciudad cargó el peso del pasado que quedó entre los escombros.

Dichas reconstrucciones no trataron repetir lo que hasta entonces se había hecho, sino rectificar la forma de edificar y cambiar el curso de la historia de México. La Torre Insignia, también conocida como Torre Banoras, obra del arquitecto Mario Pani, fue inaugurada como sede de la administración del conjunto habitacional Tlatelolco; sin embargo, tras el terremoto, el edificio decayó y posteriormente cerró. Luego de 26 años, fue remodelada por una empresa estadounidense.

Los mexicanos hemos sido siempre grandes constructores y las distintas ciudades de México a lo largo de la historia -la azteca, la novo-hispana y la del siglo XX- nos han dejado monumentos admirables. Pero tras el sismo del 85, la tarea de reconstrucción y restauración era inminente y había una vez más que levantar al país. La ciudad revivió y se transformó.

32 años después, en la conmemoración del aniversario del terremoto de 1985, la tierra volvió a hacerse presente con un nuevo terremoto, esta vez de 7.1 grados de intensidad que dejó a su paso al menos 40 edificios derrumbados y otros miles con daños severos en la CDMX. Ahora, es necesario, una vez más, reconstruir a México. Sin embargo, se presenta una urgecia aún mayor: repensar la ciudad.

Reconstrucción no implica cometer los mismos errores y regresar a la urbe en que vivíamos hasta el 19 de septiembre pasado. Estamos ante una oportunidad de reinventarnos, de sacar el mayor aprendizaje de lo derruido y transformar a la ciudad en un lugar habitable y seguro. Ante esto, y a un mes de la tragedia, ¿cuál es nuestra tarea como sociedad civil?, ¿cuál la de los arquitectos?

Contra la naturaleza no se puede luchar, pero sí podemos estar prevenidos y que los desastres naturales nos dejen un impacto mucho menor.

Fotografía: cortesía


martes, 3 de octubre de 2017

DIEGO VILLASEÑOR. ARQUITECTURA QUE COEXISTE CON LA NATURALEZA

Redacción Repentina

Diego Villaseñor, nacido en Guadalajara, Jalisco, es arquitecto por parte de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y reconocido internacionalmente gracias a grandes obras arquitectónicas como la Casa los Cabos en Baja California Sur; Casa Rocas Rojas en Puerto Escondido, Oaxaca; La lagartija, en Valle de Bravo, Estado de México; La Casa Papelillos en Punta Mixta, Nayarit; entre muchas otras. Villaseñor es considerado mediador entre el hombre y la naturaleza, sustantivo en el que recae la filosofía que unifica sus obras y, al mismo tiempo, le otorga su característica peculiar como creador: la naturaleza como protagonista.

En entrevista con el arquitecto, por la escritora Elena Poniatowska, Villaseñor evoca una imagen en la que recuerda, desde pequeño, tras dibujar una iglesia, su mamá supo que él sería un talentoso arquitecto; sin embargo, la filosofía del diseñador se superpone a cualquier altivez que bien podría llegar a tener al crear edificaciones que son notables en el mundo de la arquitectura:    “…La naturaleza compone todo con su infinita generosidad”1. Diego Villaseñor crea una armonía entre el estilo de vida y la naturaleza; es por ello que, para realizar un proyecto, entiende al cliente, pero sobre todo, entiende el sitio y el espíritu del lugar, por lo que, además de habitar las casas se puede admirar el entorno.

Uno de los personajes que impulsó a Diego Villaseñor es el arquitecto Luis Barragán quién le enseñó otra forma de ver a México. A causa de eso, sus obras se distinguen por retomar la mexicanidad, además de hacer arquitectura para la gente, Villaseñor logra que el sitio tenga la capacidad de que, al adentrarse en él, la piel se erice y los ojos queden embelesados por la maravilla del lugar.

El arquitecto se rige por cuatro premisas al pensar y realizar una edificación: que funcione, que tenga sentido emocional, que sea bella (con buena luz y armonía) y que tenga arquitectura de muros. Todo ello, hace de Diego Villaseñor un proyectista que genera vanguardia e identidad, que crea y piensa en lugares para que la gente pueda sacar lo mejor de sí en el sentido emocional, físico y espiritual; y que además logra fundir con sutileza en un paisaje natural, las construcciones y pese a ello siguen teniendo un realce.


1 Poniatwoska, Elena, Diego Villaseñor: uno de los 100 mejores arquitectos del mundo, En La Jornada, Opinión, 29 de mayo de 2016


Fotografía: Diego Villaseñor, Arquitecto http://www.dva.com.mx/