Una de las problemáticas de la Ciudad
de México en relación con los niños es la gran cantidad de obstáculos que
encuentran para jugar libremente en el espacio público. ¿Cómo sería éste si se
empezara a considerar a la población infantil en primer lugar a la hora de
diseñar nuevos espacios de juego en las zonas que más lo requieren? ¿La mejor
estrategia es usar los modelos estándar (la resbaladilla, el columpio y el
sube-baja) en cada espacio vacío de la ciudad?
Los niños representan
aproximadamente el 22% de la población de CDMX, por lo que resulta interesante entender el
entorno urbano desde una perspectiva infantil, para así darse una idea de cómo recuperar
valores olvidados en el tiempo; tal es el caso del juego. Esta es una actividad
que realizamos todos los seres humanos; una necesidad primaria biológica y
social: todas las personas necesitan una dosis de diversión y
entretenimiento en su infancia.
John Goodwin, CEO de la Fundación
LEGO, expresó durante el Foro Económico Mundial 2018 en Davos que el juego "nos
ayuda a diferenciarnos de las máquinas: nos ayuda a equiparnos con habilidades
como la creatividad, el pensamiento crítico, la resolución de problemas, la
colaboración y la comunicación […] Por eso creemos que el juego es una
prioridad tan importante".
Entonces, ¿qué significa jugar
para un niño? Es esa sensación de libertad, de felicidad, la diversión; esa
risita al hacer una travesura, sentimientos que se comparten con otros niños en
un área en común; la mayoría de las veces, sin la intervención de un adulto. A pesar
de que el espacio de juego pueda ser visto como una manera de segregar a la
población infantil de los entornos urbanos, en la Ciudad de México éste
representa un lugar compartido. Se trata de nodos de recreación en los barrios,
que desarrollan la identidad de los niños como propietarios de un espacio en
común.
Un entorno urbano como en el que
vivimos, donde los espacios de juegos se encuentran en los camellones situados
entre varios carriles de alta velocidad, debajo de las líneas de alta tensión o
en los bajo puentes, refleja tanto la falta de importancia dada a la
integración de los niños en el desarrollo urbano como su posición social. En este
sentido sería importante considerar, más allá de los espacios privados o
enrejados con resbaladilla, columpio y sube-baja, la integración de mobiliario
de juego en toda la ciudad. Cómo arquitectos, ¿cuál sería nuestro papel en el
mejoramiento del espacio público dedicado a los niños?
Fotografía: cortesía
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