Redacción Repentina
A lo largo de los siglos, el hombre ha
dependido amplia e inevitablemente de la tecnología. Desde la prehistoria comenzó a fabricar piedras afiladas para cortar carne y otras raíces de las que se alimentaba. Así es como se originó la tecnología.
Al pasar del nomadismo al sedentarismo, el hombre comenzó a construir sus viviendas, luego sus aldeas y, con el paso del tiempo, sus ciudades. Los pobladores ocupaban los insumos que su medio les proporcionaba, es decir, se valían de los materiales regionales para edificar en correspondencia con el ambiente que les rodeaba.


A partir de la segunda mitad del siglo
XVIII, tras la Revolución Industrial, se originó una transformación económica, social y tecnológica sin precedentes. La
industria textil y la minería se convirtieron en dos de los principales motores
del desarrollo económico.
En el ámbito de la construcción, el uso del acero y
el vidrio se volvió tendencia en todas partes y se ocasionó una total
desconexión con la naturaleza. Paulatinamente, se globalizó el uso de materiales
sintéticos nuevos, que facilitaban tanto el tiempo de realización de la obra,
como la reducción de costos por materiales que resultaba barato fabricar y con
los que se lograban acabados novedosos.

Actualmente, muchos de estos materiales
se han convertido en una moda y ocasionan un gran impacto ambiental, ya sea por
la explotación insostenible de recursos o porque se requieren enormes
cantidades de energía para producirlos. Algunos quedan obsoletos rápidamente y es
imposible reciclarlos.

Adicionalmente, aumenta la producción
de materiales que de reúso, reciclados, o que aprovechan materiales de desecho
para su propia fabricación. Destaca el uso de materiales provenientes del
desecho doméstico como el vidrio, el cartón reciclado, textiles y plásticos, los
cuales constituyen un enorme porcentaje de la basura que se produce cada día en
el planeta. Arquitectos de reconocido prestigio internacional como Shigeru Ban,
Renzo Piano, Ken Yeang y Jean Nouvel, han experimentado con materiales de este
tipo.
Las innovaciones tecnológicas en la
industria de la construcción no sólo se concentran en la producción o reciclaje
de materiales, también se han logrado importantes avances en el desarrollo de las
conocidas ecotecnias; los colectores solares, las celdas fotovoltaicas, las
letrinas secas, los biodigestores, los huertos urbanos y los captadores de agua
pluvial, son algunos ejemplos.
Así mismo, la arquitectura bioclimática
representa otra alternativa de bajo impacto ecológico que, en conjunto con las ecotecnias,
puede arrojar resultados muy positivos. En realidad el bioclimatismo no es más
que volver ese pasado en el que el hombre construía en correspondencia con la
naturaleza, y que en algún momento dejó de hacer. Por ello, en este caso no se
puede hablar precisamente de una innovación, pero sí de tecnología, una que se reinventa
y desarrolla cada vez más compleja y conscientemente, gracias a los nuevos avances,
pero de un campo de conocimiento distinto a la arquitectura, las ciencias de la
computación.
Podemos concluir entonces, que la
tecnología ha sido siempre un arma de dos filos. El impacto sobre la sociedad puede ser bueno o
malo, pero dependerá de la manera en la se utilice. La ciencia y la política
por ejemplo, en varios periodos de la historia han aprovechado negativamente la
innovación.
En el campo de la
arquitectura, es necesario desarrollar los criterios necesarios para hacer o
promover un correcto y más responsable uso de las nuevas tecnologías. Ya que
nuestra disciplina tiene un enorme compromiso social, es nuestra
responsabilidad regresar la mirada a las antiguas técnicas de construcción que
hoy pueden convertirse en nuestras mejores aliadas para que nuestro compromiso
no sea solo social, sino también ambiental.
Fotografías: Plataforma Arquitectura, venalmundoclasico.com, Viajero Turismo, photoartkalmar.com y Archdaily