Mucho se ha dicho acerca del
cambio climático y sus consecuencias. A diario, en conversaciones y en medios
de comunicación escuchamos opiniones, noticias y datos al respecto. Entonces
vale la pena preguntarse, ¿realmente sabemos qué es el cambio climático y qué
efectos tiene en nuestra vida? Y si es así, ¿qué tanta importancia le damos al
tema?
Cada año, durante la época de calor
y sequía, una capa espesa de partículas suspendidas sobrevuela la Ciudad de
México y se convierte en la principal preocupación de los más de 21 millones de
personas que diariamente transitan por ella. Entre marzo y mayo suele haber
unas semanas en las que respirar representa un mayor riesgo para la salud. Sin embargo, cuando la contingencia pasa, pareciera que olvidamos
la presencia continua de esas partículas que entran a nuestro organismo. Menos aún
nos incomoda la devastación de las áreas naturales de la que a diario tenemos
noticias. Es hasta que sus consecuencias más aparatosas irrumpen en nuestra
vida y nuestra salud, que emprendemos acciones para remediar la situación,
pero, en su mayoría, lo hacen sólo de forma superficial.
Así, es necesario aclarar dos
conceptos clave para comprender lo que ocurre, no sólo en Ciudad de México,
sino a nivel mundial: el cambio climático
y el calentamiento global. El
primero es una consecuencia del segundo. Esto es, el incremento de la
temperatura del planeta más allá de los límites que se considerarían normales,
(provocado por las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera) a
causa de la actividad del ser humano, ha generado que el clima se vuelva más
cálido. Ello trae consigo cambios que pueden resultar catastróficos: elevación
del nivel del mar, desbordamiento de ríos y lagos, incendios forestales, avance
de desiertos, muerte y desplazamiento de especies animales, entre muchas otras.
El cambio climático es
prácticamente imposible de evitar; sin embargo existen acciones que se pueden poner
en práctica ante su impacto. Ellas son las medidas
de mitigación y adaptación.
Las primeras consisten en reducir
y limitar las emisiones de gases de efecto invernadero para evitar que la
temperatura del planeta siga aumentando. Por otra parte, la adaptación está
enfocada en minimizar la vulnerabilidad ante las repercusiones del cambio
climático. Por ejemplo, realizar mejoras
a las obras de infraestructura urbana con el afán de disminuir su impacto
ambiental, promover la reforestación y restauración del paisaje, llevar a cabo
procesos de tratamiento y saneamiento del agua e invertir en investigación sobre
el comportamiento de la temperatura del planeta y los fenómenos atmosféricos,
entre otras.
Ante esto, nos resta preguntarnos,
¿qué medidas podemos implementar en esta ciudad ante las consecuencias del cambio climático y de la contaminación que nos asfixia?
Fotografías: El País / La vieja guardia
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