Acciones
cotidianas como beber un vaso de agua, tomar una ducha, lavar trastes, regar las
plantas o lavar la ropa, parecen tan naturales que pocas veces nos detenemos a
pensar en todo lo que tiene que pasar antes de que el agua llegue a nuestras
casas. De la misma manera, pasan inadvertidos los momentos en que la desperdiciamos.
Ello representa una gran dificultad para las sociedades actuales, al grado de
que en múltiples ciudades del mundo se habla, desde hace algunos años, de
conceptos como “día cero” y “estrés hídrico”, los cuales hacen referencia a una grave y preocupante problemática: nos estamos quedando sin agua.

Tal problema es
una realidad en nuestro país –especialmente en estados como Baja California
Sur, Guanajuato y la Ciudad de México- desde hace tiempo. Actualmente en la
CDMX vivimos una de las mayores crisis en torno al abastecimiento del recurso
hídrico con agravantes como su alta densidad de población, el desperdicio
ocasionado por infraestructura en mal estado u obsoleta, la sobreexplotación de
los mantos acuíferos, el ineficiente tratamiento de las aguas residuales, el desaprovechamiento
del agua de lluvia y la in equitativa distribución del líquido entre la
población, entre otros.

Así, el reto para
toda la población de esta ciudad es comprender que el agua es un recurso finito
y escaso; que contar con ella significa un gran costo ambiental y económico para
todos, y que es nuestro deber cuidarla en todas las formas posibles para
retrasar la llegada del día cero e
incluso, lograr revertirlo.
Imágenes: World Resources Institute