El hundimiento de la tierra en la Ciudad de México es un problema cuyas
consecuencias son cada vez más preocupantes y que afecta principalmente a la
zona del Centro Histórico, el cual presenta una depresión de entre cinco y
siete centímetros por año. Este fenómeno conocido como subsidencia, es el
proceso de asentamiento o hundimiento de un terreno provocado por la extracción
de agua de los mantos acuíferos, en este caso, los del Valle de México.
Entre algunas de sus consecuencias más graves, que afectan a la
infraestructura de la ciudad, se incluyen la formación de socavones, el levantamiento
de áreas habitadas, así como deformaciones en las construcciones asentadas en
los terrenos que se hunden, lo que las hace muy vulnerables ante terremotos.
Además, el sistema de drenaje se ve afectado y pueden presentarse fugas,
inundaciones y desabasto de agua.
Los edificios muy antiguos de Centro Histórico de la CDMX, por ejemplo, han
sufrido deformaciones que dificultan su conservación y restauración. Por su
parte, las edificaciones más recientes “se levantan”; es decir, al hundirse su
entorno, estos parecen estar por encima de los demás, lo cual también ocasiona
problemas viales y en drenajes.
Como una medida que ayude a solucionar estas problemáticas y detener el
daño al patrimonio arquitectónico y cultural de la capital, Efraín Ovando
Shelley, investigador del Instituto de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma
de México propone que a largo plazo se podrían construir dos redes hidráulicas
diferenciadas, una de recolección de aguas pluviales y otra para aguas negras,
así como aprovechar los escurrimientos de las serranías que rodean a la cuenca
de México. Ello demás de evitar la sobreexplotación de los acuíferos, ya que,
explica, para consumo de agua en la capital, dos terceras partes se extraen de
pozos y una porción más es traída de otras cuencas.
El investigador de la UNAM señala además que, a pesar de ser una tendencia
generalizada, pensar que los temblores son la máxima catástrofe que afecta a
nuestro país, la realidad es que México está expuesto a muchos riesgos que no
son de corta duración; uno de ellos, el fenómeno del hundimiento regional.
Fotografía: cortesía